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LA RELIGIÓN COMO FENÓMENO UNIVERSAL. UNA
MIRADA DESDE EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

POST CONCILIAR AL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO.
RELIGION AS A UNIVERSAL PHENOMENON. A LOOK
FROM THE MAGISTERIUM OF THE POS- CONCILIAR

CHURCH TO INTERRELIGIOUS DIALOGUE.
María del Pilar Moreno Grasso

pmoreno88@gmail.com
Javier Fattah Jeldres

jfattah@filosofia.ucsc.cl

María del Pilar Moreno Grasso

Chilena. Licenciada en Ciencias Religiosas y Estudios Teológicos. Diplomada en
Estudios bíblicos. Diplomada en Pastoral de Educación Superior. pmoreno88@
gmail.com. Docente Instituto Profesional Santo Tomás Curicó. https://orcid.
org/0000-0001-7259-7414

Javier Fattah Jeldres

Chileno. Licenciado en filosofía. Magíster en ética y formación ciudadana.
Estudiante de Doctorado en Filosofía, Religión y Pensamiento Contemporáneo.
Universidad Católica del Maule. jfattah@filosofia.ucsc.cl. https://orcid.org/
0000-0001-8186-2734

Esta obra está bajo una licencia de Creative
Commons CC BY-NC 4.0

MORENO GRASSO, María del Pilar; FATTAH JELDRES, Javier (2022). “La religión
como fenómeno universal. Una mirada desde el magisterio de la Iglesia post conciliar
al diálogo interreligioso”. Con-sciencias Sociales, Año 14 - Nº 27 - 2.do semestre 2022

pp. 56 - 65 Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. Cochabamba

Con-Sciencias Sociales, 14(27): 56-65, julio-diciembre 2022
ISSN 2074-0700 / e-ISSN 2788-8452

DOI: https://doi.org/10.35319/
consciencias.20222758

ISSN 2074-0700 / e-ISSN 2788-8452 · 57

RESUMEN

Con el avance de la globalización las sociedades cada vez se
encuentran más interconectadas, obligando a los individuos
a convivir con sujetos que, en muchos casos, tienen una
espiritualidad completamente diferente. Es en este escenario
donde resulta necesario aplicar un diálogo interreligioso que
permita comprender al otro en toda su dimensión. Frente a
esta realidad conviene tener en cuenta que en la religiosidad
del sujeto intervienen diversos patrones de conciencia que
ayudan a comprender el fenómeno religioso y por tanto,
permiten tener una mejor relación con el otro. En este sentido,
la Iglesia ha intentado rescatar la verdad que puede haber en
otras religiones.

Palabras claves: Diálogo interreligioso, Iglesia, Patrones de
conciencia, Reconocimiento, Semina verbi.

ABSTRACT

With the advance of globalization, societies are increasingly
interconnected,forcing individuals to live with subjects who,
in many cases, have a completely different spirituality. In this
scenario it is necessary to apply an interreligious dialogue that
allows us to understand the other in all their dimension. Faced
with this reality, it should be taken into account that various
patterns of consciousness intervene in the subject’s religio-
sity that help us understand the religious phenomenon, and
therefore, allow us to have a better relationship with the other.
In this sense, the Church has tried to rescue the truth that may
exist in other religions.

Keywords: Interreligious dialogue, Church, Patterns of cons-
ciousness, Recognition, Semina verbi.

RESUMO

Com o avanço da globalização, as sociedades estão cada vez
mais interligadas, obrigando aos indivíduos a conviver com
sujeitos que, em muitos casos, possuem uma espiritualidade
completamente diferente. É neste cenário que é necessário
aplicar um diálogo inter-religioso que nos permita compreen-
der o outro em toda a sua dimensão. Diante dessa realidade,
é conveniente levar em consideração que diversos padrões
de consciência intervêm na religiosidade do sujeito que nos
ajudam a compreender o fenômeno religioso e, portanto, nos
permitem ter uma melhor relação com o outro. Nesse sentido,
a Igreja tem procurado resgatar a verdade que possa existir em
outras religiões.

Palavras-chave: Diálogo inter-religioso, Igreja, Padrões de
consciência, Reconhecimento, Semina verbi.

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INTRODUCCIÓN

Desde el siglo XX las sociedades cada vez poseen un mayor
grado de relación entre ellas, lo que inevitablemente lleva a
tener que relacionarse con otros individuos que poseen una
espiritualidad y estilo de vida diferente a la nuestra. Frente
a esta situación el diálogo interreligioso juega un rol fun-
damental, no obstante, no basta con comprender el diálogo
religioso como algo aislado, sino que debe ser asociado con
los patrones de conciencia que posee el sujeto, en tanto, estos
suelen influir de forma considerable en las percepciones del
individuo.

Dentro del diálogo interreligioso la Iglesia Católica tiene
un rol central, como lo ha demostrado a partir del Concilio
Vaticano II, puede verse en Lumen Gentium y Nostra Aetate,
entre otros documentos magisteriales. Si bien la Iglesia acepta
el diálogo interreligioso no se debe olvidar que éste no debe
afectar la autoafirmación religiosa del sujeto, es decir, se
puede mantener nuestra fe aceptando que también es posible
encontrar en el otro semillas de verdad.

A pesar de las diferencias que puedan tener las religiones
pareciese ser un elemento común a éstas el amor a Dios. Esto
implica que las religiones tienen un objetivo común, que es
amar a Dios, lo cual resulta esencial en el diálogo interreli-
gioso, en tanto, si se reconoce la existencia de este elemento
común, también se debe aceptar que la discusión corresponde
solo a los medios y no al fin.

Para el desarrollo de este artículo se ha usado la metodología
hermenéutica. Se revisaron tanto textos de Bernard Lonergan,
Javier Melloni, Matthew Henry, textos propiamente eclesiás-
ticos como son la Lumen Gentium, Redemtor Hominis y el
documento de Puebla, entre otros. Es pertinente destacar que
este trabajo no solo se ha nutrido de textos, sino que también
se tomaron en cuenta los discursos otorgados por Francisco,
tal es el caso del Encuentro Ecuménico e interreligioso.

1. DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

Sin duda a medida que la sociedad avanza se produce una
mayor relación entre los diversos sujetos que la conforman, lo
que inevitablemente conlleva a tener que establecer relacio-
nes con personas que pueden tener ideas opuestas. De esta
manera, surge una obligación de carácter moral de intentar
comprender los valores del otro, en tanto, y tal como señala
Levinas, en cuanto el otro me ve soy responsable de él “Desde
que el Otro me mira, yo soy responsable de él, sin ni siquie-
ra tener que tomar responsabilidades en relación con él; su
responsabilidad me incumbe. Esto significa que soy respon-
sable de su misma responsabilidad”
(Levinas, 1991, pág. 90).
Si bien el conjunto de la sociedad tiene la responsabilidad de
conocer al otro, en el cristianismo esta obligación moral es
mayor, puesto que el cristiano debe amar el prójimo y solo

se puede amar aquello que se conoce, de ahí que se vea en la
obligación de buscar el diálogo que le permita acercarse al
otro.

Solo mediante el diálogo se puede llegar a generar una so-
ciedad interreligiosa, no obstante, este diálogo debe cumplir
dos condiciones previas; en primer lugar debe ser capaz de
reconocer al otro como persona, como un igual al otro en su
dignidad humana, es solo en la medida que reconociendo al
otro como un igual que se puede hablar de un diálogo verda-
dero; como segunda condición se presenta la auto afirmación,
que implica la capacidad de evidenciar la propia identidad
religiosa en todas sus dimensiones.

Aunque el proceso de globalización es relativamente nuevo, y
por ende, el diálogo interreligioso es algo reciente, la Iglesia
ya ha mostrado su preocupación sobre este asunto, por lo
menos desde la segunda mitad del siglo XX, está abierta a
establecer diálogo con religiones ajenas al judeo cristianismo:

La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas
religiones hay de santo y verdadero. Considera con sin-
cero respeto los modos de obrar y de vivir, los precep-
tos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho
de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan
un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los
hombres. ( Concilio Vaticano II, 1965).

Siendo manifiesta la disposición que posee la Iglesia hacia el
diálogo e intercambio con otras religiones, conviene mencio-
nar el problema de la “verdad”, en tanto, la comunicación no
puede ser considerada como tal sin ésta. Carece de sentido
dialogar si se parte de la base que en el otro no hay verdad,
esto no implica que se deba aceptar todo como verdadero,
sino poseer una actitud abierta, que permita encontrar elemen-
tos comunes. Al respecto Evangelii Gaudium señala:

Un sincretismo conciliador sería en el fondo un totali-
tarismo de quienes pretenden conciliar prescindiendo
de valores que los trascienden y de los cuales no son
dueños. La verdadera apertura implica mantenerse
firme en las propias convicciones más hondas, con una
identidad clara y gozosa, pero «abierto a comprender
las del otro» y «sabiendo que el diálogo realmente
puede enriquecer a cada uno»
(Francisco, Evangelii
Gaudium, 2013, pág. 188).

Dialogar con el otro no solo implica aceptar que puede existir
verdad en sus argumentos, sino también aceptar que toda
afirmación religiosa supone algo real para el sujeto. Al hablar
de Dios no se plantea una abstracción, sino que una realidad
para el ser humano.

1.1 Patrones de conciencia dentro del diálogo interreligioso

Toda religión es siempre un constructo humano, aunque su
origen se deba a un acto de revelación que permite al sujeto

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abrirse a una realidad trascendente. Las religiones llevan al
sujeto a separarse de sus paradigmas personales y grupales en
virtud de una realidad trascendente, buscan llevar al suje-
to a una realidad superior a él. En este sentido, las formas
en las que la experiencia religiosa es vivida y comunicada
resulta esencial para el diálogo interreligioso, de ahí que sea
conveniente revisar cómo se dan estas manifestaciones en la
conciencia polimórfica.

Un primer patrón es el de conciencia biológica, que a grandes
rasgos apunta a resolver las necesidades básicas del sujeto,
ésta suele asociarse, por lo menos en Occidente, a una restric-
ción del aspecto intelectual y por tanto religioso, en sentido
que mientras el sujeto no logre asegurar su propia existencia,
difícilmente podrá preocuparse de la existencia de otro Ser.
“Si las necesidades biológicas no son satisfechas la psiquis
funcionará solo en punto a satisfacer las necesidades orgáni-
cas, sacrificando los mayores grados de libertad de la psiquis
y el espíritu humanos”
(López, 2011, pág. 60). Mientras las
necesidades básicas no estén cubiertas, el individuo tendrá
dificultades para su desarrollo espiritual, más aún si se acepta
que todo conocimiento comienza siempre con los sentidos.

Aseguradas sus necesidades básicas se puede hablar del
surgimiento de un patrón estético, donde el sujeto comienza
a reconocer el mundo que lo rodea, ve otros rostros humanos,
que pueden ser diferentes a él, tanto física como espiritual-
mente, pero aun así forman parte del todo en el que el sujeto
se encuentra inmerso, viéndose “obligado” a dialogar con
otras espiritualidades. Respecto a las necesidades estéticas
señala Melloni:

Porque existir no consiste sólo en depredar o en
defenderse, sino también en disfrutar y experimen-
tar diversas formas de agrado y de deleite en nuestra
interrelación con el mundo. Este agrado es requerido
por la naturaleza misma y afecta a su propia estructura
(Melloni, 2009, pág. 108).

En el patrón estético encontramos dos formas de aproxima-
ción hacia la belleza: la sensualidad y sensibilidad. En la
sensualidad se presenta una excitación directa de los sentidos;
mientras que la sensibilidad tiende a concebirse como una
especie de fusión entre el sujeto y lo bello.

Sin duda, el patrón estético puede llegar a jugar un rol funda-
mental dentro del diálogo interreligioso, en tanto, la belleza va
más allá de una determinada religión. La belleza independien-
te de su religiosidad, suele identificarse con el bien y por tanto
con Dios:

Más a lo que está más allá de ésta, lo llamamos la
naturaleza del Bien, que tiene antepuesta la Belleza por
delante de ella. Así que, si se expresa imprecisamente,
dirá que es la Belleza primaria; pero si distingue bien
los inteligibles, dirá que la Belleza inteligible es la
región de las Formas, pero que el Bien es lo que está

más allá, fuente y principio de la Belleza, so pena de
identificar el Bien con la Belleza primaria. En todo
caso, la Belleza está allá (Plotino, 1982, pág. 293).

La belleza no debe entenderse como una mera cuestión estéti-
ca, sino como una forma de amor que conduce a los sujetos a
la búsqueda de una belleza superior sin importar el credo del
sujeto que busca.

Un tercer patrón de conciencia es el intelectual, que impulsa
al hombre a buscar el conocimiento. Solo mediante esta bús-
queda el hombre comienza a adquirir una libertad de carácter
espiritual que implica desarrollar una reflexión. Producto de
ésta se da paso a un proceso de autoevaluación que lleva al
sujeto no solo a centrarse en un objeto, sino que también en la
intencionalidad y en los actos:

Lonergan advierte que esta interioridad es el resultado
de una elevación de la conciencia intencional centra-
da no solo en los objetos sino en la intencionalidad
del sujeto y sus actos. La auto-apropiación es pues el
resultado natural del ejercicio de la conciencia dentro
de este patrón (López, 2011, pág. 72).

En virtud de los esfuerzos intelectuales que realiza el sujeto y
que poco a poco son cubiertos, es que se presenta un deseo de
conocimiento que se puede denominar como transcendente,
este alude al deseo del sujeto de ir más allá del conocimiento
“terrenal”, busca un conocimiento que le pueda dar pleni-
tud. Esta idea no se encuentra en una religión en particular,
sino que es común a diversas religiones “En las tradiciones
religiosas, este conocimiento participativo tiene un nombre
específico: se llama gnosis en el cristianismo primitivo, yadar
en el judaismo, ma’rifa en el islam, jñana en el hinduismo,
prajna en el budismo, pahul en el sikhismo”
(Melloni, El
deseo esencial, 2009, pág. 154). Indudablemente este elemen-
to es un punto de encuentro entre las diversas religiones que
pudiese permitir un diálogo interreligioso.

Otro patrón a considerar es el práctico, el cual es una inteli-
gencia práctica que busca asegurar la existencia de los bienes
básicos que permitan el adecuado desarrollo del sujeto. Éste
no solo desarrolla las condiciones básicas a un nivel indivi-
dual, sino que también a un nivel grupal. De ahí que sea posi-
ble establecer una relación entre el patrón práctico y el orden
social, al desarrollar este patrón inevitablemente se comienza
a establecer relaciones entre sujetos con diferentes creencias y
valores, lo que lleva a enfrentar una nueva realidad, la del otro
sujeto. No obstante, ambas buscarán el bien, generándose un
conflicto, en cuanto tengan diferentes nociones de bien.

La existencia del patrón práctico lleva al sujeto a la formación
de una comunidad y a intentar buscar un bien, sin embargo,
este no será espontáneo, sino que estará impregnado de cierto
orden y valores. Para llegar a la idea de esta clase de bien se
requiere de un proceso reflexivo:

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El sujeto del sentido común práctico está contento en
actuar solo luego de haber aprendido un mínimo reque-
rido acerca de las instituciones, los valores y los des-
valores que informan su sociedad y su cultura, acerca
de su historia y los prospectos y tensiones, acerca del
horizonte y la práctica, para que le sea posible atender
sus propios asuntos y realizar la tareas asociadas con
las obligaciones públicas (López, 2011, pág. 88).

Los valores de los sujetos que conforman la sociedad no
siempre tienen un carácter unitario, ya sea por cuestiones
históricas, sociales o religiosas, siendo estas diferencias un
lugar central para la religión, puesto que puede generar unidad
respecto a la idea de bien manteniendo las diferencias, en tan-
to, apunta a un bien trascendente e independiente de cualquier
realidad terrenal.

Un patrón que no debe ser obviado es el simbólico, en tanto,
genera todas las otras formas de conocimiento. El simbolis-
mo lleva las ideas a la realidad, busca identificarlas con la
realidad. Mediante éste el sujeto logra comunicar cuestiones
que van más allá de la lógica, en tanto, el simbolismo no se
limita a esta, sino que también se da dentro de lo que podemos
denominar como el mundo de las imágenes y los sentimientos.

La importancia del símbolo radica en el hecho de que al ope-
rar con imágenes y sentimientos no se encuentra dentro del
mundo lógico y, por tanto, puede darse la contradicción dentro
del simbolismo, es decir, se pueden integrar opuestos facili-
tando de este modo el diálogo interreligioso.

Finalmente está el patrón ético, que puede considerarse como
una extensión del intelecto, que deriva en la deliberación
teniendo como base el conocimiento del sujeto. Dentro de éste
se genera, luego de la deliberación, una escala de valores que
llevan al sujeto a la elección, siendo esta capacidad la que
permite a los sujetos acercarse a niveles superiores de existen-
cia humana, hacia la búsqueda de la trascendencia. De ahí que
para el diálogo interreligioso, el patrón ético sea fundamental,
en tanto, se deben generar o descubrir principios éticos de
carácter universal que oriente la acción del sujeto.

Aceptar la existencia de este patrón, implica aceptar que
el sujeto posee libertad y, por tanto, responsabilidad de sus
acciones. Si bien el sujeto posee libre albedrío, éste no debe
ser entendido como una indeterminación absoluta, sino como
una libertad orientada hacia un fin último, hacia la trascenden-
cia. Este es un elemento común en la mayoría de las religio-
nes, someterse a la ley divina o bien a la voluntad divina no
implica una pérdida de la libertad, sino que su punto culmine.
Al respecto señala Matthew “Let us never set up our own
will against the holy will of God. There was not only liberty
allowed to man, in taking the fruits of paradise, but everlas-
ting life made sure to him upon his obedience
(Matthew, 2003,
pág. 8)”. Queda de manifiesto que actuar de forma ética y
libre es compatible con actuar de acuerdo a la voluntad divina,
en tanto, esta solo señala el fin pero no los medios.

1.2 Esencia del diálogo interreligioso

Considerando el funcionamiento de algunos patrones de
conciencia se puede afirmar que, si bien cada religión tiene un
conjunto de rituales y dogmas, éstos no son el factor determi-
nante al momento de definir una religión, sino que es el amor
a Dios:

Me parece que no es difícil ver ahora cómo estos
rasgos comunes a las religiones universales se hallan
implícitos en la experiencia de estar-enamorado sin
restricciones. Estar-enamorado es estar-enamorado
de alguien. Estar-enamorado sin cualificaciones o
condiciones o reservas o límites, es estar-enamorado de
Alguien transcendente. Cuando Alguien transcendente
es mi amado, está en mi corazón, presente a mi desde
mi propia interioridad. (Lonergan, 2006, pág. 110)

Amar a Dios no solo implica amar al Ser superior, sino que
también implica desear el bien, la verdad y la belleza, en
tanto, estos son constitutivos de Dios.

El deseo de amar a Dios o por lo menos de tender hacia el
bien trascendente es natural al hombre, dicho deseo se en-
cuentra inscrito en su naturaleza “Así como la pregunta por
Dios está implícita en todo nuestro cuestionar, así también el
estar-enamorados de Dios es la realización básica de nuestra
intencionalidad consciente”
(Lonergan, 2006, pág. 107). El
hecho de que la búsqueda de Dios se encuentre en la naturale-
za del sujeto, lleva a afirmar que al tener todos un fin común,
el diálogo interreligioso no debería tener como base el fin,
sino los medios que se utilizarán para poder alcanzarlo.

Realizar un diálogo interreligioso no solo es una cuestión de
intercambio de ideas, es aceptar que la religiosidad abarca a
todo el ser del individuo, que lo afecta en todos los ámbitos
de su vida, en todo lo que es y lo que puede llegar a ser, la
religión es parte de la identidad del sujeto, de su forma de
ser “Rather, there bas been a jewish way of being human, a
Hindu way, a Greek- Metaphysics way, a Christian way”
.
(Smith, 1981, pág. 51) El sujeto que se manifiesta frente a
nosotros, quien dialoga con nosotros lo hace desde su propia
realidad, lo que no implica un intento de engaño hacia nuestra
propia realidad, sino que es un intento de comunicar su propio
mundo.

Cada religión representa una realidad, un mundo. Esto no solo
pasa en religiones diferentes, sino que también se da dentro
del propio cristianismo, pareciese existir una disonancia entre
la Iglesia entendida como institución y el cristiano como indi-
viduo, lo cual no implica que el sujeto particular no mantenga
su fe, aunque pareciese sin una guía doctrinal clara. No se
debe dejar de reconocer que confluyen en principios de carác-
ter inmutable dando de este modo unidad dentro de la diferen-
cia. Esto resulta especialmente llamativo si tenemos en cuenta
la experiencia del diálogo dentro de la propia Iglesia, la cual
puede ser extrapolada hacia el diálogo con otras religiones.

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2. LA IGLESIA CATÓLICA Y EL DIÁLOGO INTERRE-
LIGIOSO

La Iglesia, en el diálogo interreligioso, no puede olvidar su
misión de anunciar y testimoniar el Reino de Dios en el mun-
do, mas no puede convertirlo en un tratar de convertir al otro a
la fuerza, sino más bien este testimonio del Reino debe ser un
intento de encontrar lo que hay de verdad en el otro y recono-
cer en él, el mensaje que Dios transmite a todos los hombres.

El gran desafío es lograr articular y llevar a la práctica este
diálogo entre la Iglesia y las otras religiones. Algo que hoy
puede parecernos lógico y más fácil de alcanzar, hasta hace
algunos años era impensable. San Cipriano expresó “Extra
Ecclesiam nulla salus”
(Juan Pablo II, 1995) frase que luego
fue incorporada al Magisterio de la Iglesia en el Concilio de
Letrán, no da lugar al cuestionamiento acerca de si en las
otras religiones hay lugar para alcanzar la salvación, menos
aún deja abierta la posibilidad al diálogo y al enriquecimiento
mutuo.

En este sentido, la verdad se alcanzaría solo en la Iglesia
Católica. Sin embargo, esta postura, que hoy ya no se toma de
manera tan literal, aún la comparten todas las religiones que
están marcadas por la idea de Absoluto hacia el cual quieren
llegar. (Melloni, 2000) Esto hace pensar que poseen la verdad
absoluta, lo que termina convirtiéndose en un totalitarismo
que no respeta la libertad personal, ni reconoce lo bueno que
pueden aportar las otras religiones para alcanzar a Dios. Esta
idea la podemos encontrar especialmente en las concepciones
fundamentalistas político-religiosas del Islam. Este fundamen-
talismo religioso es el responsable de tantos excesos que se
han cometido en la historia, y que aún se comenten, en pos de
la religión. Esto se debe a que se ven a sí mismas como únicas
mediadoras con lo absoluto, las cuales no están abiertas al
diálogo ni a valorar lo que pueden aportar a la verdad.

En este sentido, el Concilio Vaticano II ha sido muy impor-
tante al impulsar el diálogo interreligioso y hablar de él, tanto
en la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium,
como en la declaración Nostra Aetate, entre otras. A partir
de ahí se han ido dando pasos en el magisterio de Pablo VI,
Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco dando cada uno su
impronta en el tema, lo cual ha ido enriqueciendo y haciendo
el diálogo más constante.

Lumen Gentium, basándose en las dos fuentes de la Reve-
lación, a saber la Sagrada Escritura y la Tradición, señala
que la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. Al
ser Cristo el único Mediador y camino de salvación, se hace
presente en nosotros a través de su Cuerpo Místico que es la
Iglesia. Sin embargo, más adelante reconoce se siente unida a
quienes estando bautizados, se llaman cristianos, aun cuando
no comparten en su totalidad la comunión con la Iglesia, pero
honran la Sagrada Escritura, tienen un sincero celo religioso
y creen en Dios Padre Todopoderoso y en Cristo, su Hijo.
Además de fomentar la vida de oración, honran a la Virgen,

Madre de Dios, teniendo además una verdadera unión con el
Espíritu Santo. La Iglesia, sin embargo, no cesa de trabajar y
rezar por la integración de todo el Pueblo de Dios para rendir
honor y gloria al Creador universal y Padre (Concilio Vatica-
no II, 1964).

Aun cuando se refiere al ecumenismo, da cuenta de la postura
que muestra la Iglesia frente a quienes no están en completa
unión con ella, pero que sí comparten lo fundamental, La Tri-
nidad y Cristo como único mediador y salvador nuestro. Esto
ya nos adelanta el giro que da en la visión acerca de quienes
no pertenecen a la Iglesia. Es decir, muestra un cambio frente
a lo afirmado en Letrán: “extra ecclesiae nulla salus”. Más
adelante, la constitución Lumen Gentium se refiere a los no
cristianos, refiriéndose a ellos como “quienes todavía no
recibieron el Evangelio”, éstos también se ordenan al Pueblo
de Dios de distintas formas, pues el designio salvífico de Dios
alcanza también a quienes “reconocen al Creador”. Continúa
afirmando:

Ni el mismo Dios está lejos de otros que buscan en
sombras e imágenes al Dios desconocido, puesto que
todos reciben de Él la vida, la inspiración y todas las
cosas. Como Dios quiere que todos los hombres se
salven aquellos que, sin culpa, no lo conocen, ni cono-
cen las Sagradas Escrituras y su Iglesia, pero que sin
embargo no cesan de buscarlo con un corazón sincero
y que con la gracia del Espíritu Santo cumplen su vo-
luntad, también pueden alcanzar la salvación” (Lumen
Gentium 16).

Es importante destacar, como señala Grimaldi, que el Vaticano
II, a diferencia de la apologética anterior al Concilio, tiene una
mirada más positiva, tomando en cuenta lo bueno y verdadero
que hay en las otras religiones, en especial las no cristianas:

El tono de ambos textos expresa un cambio en el
acercamiento a la realidad de las religiones y de los
hombres no cristianos. Frente al planteamiento de la
apologética clásica que consideraba a las religiones
como «falsas» en relación con «la religión verdadera»,
el Vaticano II asume una perspectiva distinta, más
positiva, que toma en cuenta los elementos parciales
pero auténticos de verdad y de bien que hay en ellas;
en Nostra Aetate hay referencias explícitas a judíos,
musulmanes, budistas e hindúes (Grimaldi, 2013, pág.
186)

Otros documentos del Concilio Vaticano II que también
muestran este cambio de mirada son Dignitatis Humanae y
Gaudium et Spes, los cuales abordan temas como la actitud de
la Iglesia hacia las religiones no cristianas, la libertad religiosa
y el rol de la Iglesia en el mundo.

Ya los padres apologistas y padres de la Iglesia como San Jus-
tino y Clemente de Alejandría veían, tal como nos lo recuerda
Juan Pablo II en su primera encíclica Redemptor Hominis, en

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las otras religiones reflejos de la única verdad “como gérme-
nes del Verbo” (Juan Pablo II, 1979) o semillas del Verbo.
La “Semina Verbi” es una expresión tomada de San Justino
(Véase San Justino “Apología I, N° 44, 10; N° 46; Apología
II, 7), quien al referirse a ella enseña que todos los poetas y
filósofos que hablaron sobre la inmortalidad del alma y de la
contemplación de las cosas celestes poseen ya como unos gér-
menes de verdad, solo que no la comprendieron, puesto que se
contradecían entre ellos.

En este sentido la utiliza en dos ocasiones el Decreto Ad
Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia: “(para que
los mismos fieles) descubran con gozo y respeto las semillas
del Verbo que en ellas laten (en las tradiciones nacionales y
religiones en los países en misión)”. En el N° 15, en tanto,
agrega: “El Espíritu Santo, que llama a todos los hombres
a Cristo por las semillas del Verbo y por la predicación del
Evangelio…” (Moreno, 1993, pág. 127) .

El Espíritu humano siempre está en búsqueda del bien y la
verdad, en la búsqueda de Dios, suscitada por el Espíritu
Santo se encuentra presente en las otras religiones a través de
la oración. De esta manera el Concilio se abre a lo que hay de
verdad en las distintas religiones, enseñando que la vocación
última del hombre es la vocación divina, por lo tanto, el Espí-
ritu Santo de un modo solo conocido por Dios ofrece a todos
la posibilidad de salvarse. Así el Concilio reafirma la enseñan-
za de la Iglesia que Dios actúa en la historia y se revela para la
salvación de todos los hombres.

Por su parte, la Conferencia General del Episcopado Lati-
noamericano ha aclarado los textos conciliares a la realidad
latinoamericana y en ese marco hacen referencia a los pueblos
originarios, la cultura, religiosidad popular y diálogo interreli-
gioso, “Para muchos es desconocido que ella ha nacido como
impulso del CELAM en diálogo con los pueblos originarios,
buscando reconocer y destacar su aporte cultural y religioso
al proceso de evangelización y la configuración de la piedad
popular actual.”
(Merino, 2017, pág. 100).

Entre los aspectos positivos y negativos que analiza el docu-
mento de Puebla (1978) destaca el interés por el ecumenismo
que comienza a desarrollarse post Concilio Vaticano II. Por
otra parte se comienza, en algunos países de la región, a orga-
nizar el diálogo con el judaísmo viendo, en concordancia con
la declaración conciliar Nostra Aetate, que persisten algunas
actitudes contrarias al Evangelio y un desconocimiento de los
valores.

En cuanto al monoteísmo islámico y religiones no cristianas,
destaca los puntos de unión que se deben buscar a partir de la
búsqueda del absoluto y las respuestas que se buscan al deseo
del hombre por lo trascendente y espiritual. Llama a cuestio-
nar y entender el fenómeno de la increencia, no solo desde
lo económico, social y político, sino también los errores que
puede haber cometido la Iglesia en este sentido, asumiendo la
culpa que pudiera tener.

En el Capítulo IV se refiere a “incrementar el diálogo ecumé-
nico entre las religiones y con los no-creyentes con miras a
la comunión, buscando áreas de participación para el anuncio
universal de la salvación” (Latinoamericano C. E., 1979).
La universalidad del mandato de Jesucristo en Mc 16,15 “Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la
creación”
(Brouwer, 1975, pág. 1724) hace que la Iglesia,
como depositaria de esta Buena Nueva y responsable de la
Evangelización, “se abre a un diálogo de comunión, buscando
áreas de participación para el anuncio universal de salvación”
(Latinoamericano C. E., 1979), lo que supone una estrecha
relación entre Evangelización y Diálogo. El documento
analiza la situación de América Latina, la cual, siendo mayo-
ritariamente católica, comparte junto a las Iglesias orientales,
así como a las Iglesias y comunidades eclesiales de occiden-
te, y a los “movimientos religiosos libres”, más conocidos
como “sectas”. Dentro de las religiones no cristianas están el
judaísmo y el islamismo, entre otras que no detalla. No deja
de mencionar la “no creencia” como fenómeno que designa
distintas realidades.

En cuanto a los criterios doctrinales, Puebla se refiere a la
íntima relación entre evangelización y diálogo. Cristo, Palabra
del Padre, que busca una respuesta de fe, la cual es proclama-
da por la Iglesia debe dialogar con otras religiones del mundo
de hoy sin olvidar que la voluntad salvífica de Dios alcanza a
todos los hombres.

Llama a evangelizar y dialogar con todos los pueblos, con
todas las personas, iniciando un cambio en el paradigma
preconciliar de la región. Es una exhortación a la apertura
y valoración de la “Semina Verbi” que existe, tanto en los
cristianos no católicos como en las religiones no cristianas, e
incluso en los no creyentes y se traduce al final de la tercera
parte del documento en una aportación pastoral para poder
iniciar el trabajo en este sentido.

Uno de los temas que aborda la IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, celebrada en Santo Domingo el
año 1992, al conmemorarse los 500 años del inicio de la evan-
gelización en América, es el diálogo interreligioso, haciendo
un recuento de lo que fue y ha sido la evangelización en estos
500 años. En este contexto aborda la nueva evangelización,
como algo que, si bien es distinto en cuanto a la forma en que
debe abordarse desde el punto de vista pastoral, no difiere ni
está desconectada del mensaje central de la primera evangeli-
zación.

No se puede llevar a cabo la Nueva Evangelización sin “pro-
yección hacia el mundo no cristiano”, para lo cual es impor-
tante el diálogo que debe establecer la Iglesia, si quiere ser
fiel a la iniciativa divina. Para poder suscitar este diálogo, tal
como lo plantea Puebla, la Iglesia “sabe bien que éste tiene un
carácter testimonial dentro del respeto a la persona e identidad
del interlocutor”. En este contexto diferencia entre el diálogo
que debe profundizarse con las religiones no cristianas indíge-
nas y las afroamericanas. Exhorta a superar estos obstáculos

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y a promover el diálogo con judíos y musulmanes, así como
a la formación de los agentes de pastoral en otras religiones
y formas religiosas presentes en el continente, de tal manera
de poder encontrar la “Semina Verbi” tanto en las religiones
afroamericanas como en los pueblos indígenas.

En el año 2007 se celebra en Aparecida la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe”, en ella
reconoce, en unión al Concilio Vaticano II en la declaración
Nostra Aetate, con agradecimiento los lazos con el pueblo
judío los cuales se fundamentan en la fe en Dios único, cuya
Palabra se encuentra revelada en el Antiguo Testamento.

Aparecida exhorta a enfrentar los obstáculos que se presentan
en el diálogo interreligioso invirtiendo “en el conocimiento de
las religiones”, así como al discernimiento teológico-pastoral
y la formación de agentes aptos para este diálogo, de acuerdo
con las distintas visiones religiosas que se encuentran en las
culturas del continente. Esto sin dejar de anunciar el mensaje
de la Buena Nueva de Jesucristo.

Un punto interesante que Aparecida resalta es el diálogo
interreligioso en cuanto aporta al desarrollo de una nueva
humanidad, promueve la libertad, la dignidad de los pueblos,
el bien común y la paz, entre otros, además de “abrir caminos
inéditos de testimonio cristiano”.

La religión como fenómeno religioso abarca a todos los seres
humanos, en este sentido Lumen Gentium declara que “la
única Iglesia de Cristo” subsist in la Iglesia católica, más
fuera de ella se encuentran elementos de santidad y verdad”.
A partir de ahí la Iglesia ha ido recorriendo un camino largo,
no siempre fácil ni sin obstáculos, pero que va profundizando
y avanzando en esta dupla evangelizar y dialogar. No se puede
lograr evangelizar si no hay una apertura al diálogo, en el cual
primero hay una preocupación por saber lo que dice el otro, se
le valora y se rescata lo que pueda haber en él de esta semina
verbi,
para poder juntos construir un camino de unidad, en el
cual exista un respeto por la libertad y dignidad humana. Juan
Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio señala que el diá-
logo interreligioso forma parte de la misión evangelizadora de
la Iglesia, en el cual hay un conocimiento y enriquecimiento
mutuo, pero sin dejar de lado el deber de proclamar a Jesucris-
to, que es “el camino, la verdad y la vida”.

La Iglesia en el diálogo con las otras religiones confirma
aquello en lo que cree, es decir, que todo ser humano al ser
creado por un designio amoroso y libre de Dios, a su imagen y
semejanza, es capaz de establecer una relación con Él, lo que
lo constituye en Homo Capax Dei, lo que mueve a la Iglesia
a encontrar una Semina Verbi en aquellos hermanos de otras
religiones e incluso en los no creyentes.

En este sentido, Ratzinger habla sobre la universalidad que se
da en las diferentes culturas, las que son permeables y pueden
relacionarse entre sí estableciendo contactos, como hemos
visto a lo largo de la historia. Ellas tienen algo en común

que las une y es que en todas es “el hombre el que se expresa
a sí mismo”, y como tal están llamados a la comunión. Sin
embargo, la Iglesia católica no puede dejar de anunciar que la
revelación, que alcanza su plenitud en Jesucristo, es su punto
de referencia al ser revelación que no procede de una cultura
en particular, sino que viene directamente de Dios (Ratzinger,
J. 2005).

El encuentro, esta comunión que se debe dar entre las religio-
nes no debe transformarse en una imposición de una sobre la
otra, sino que debe llevar a descubrir la verdad o la semilla de
verdad que hay en el otro, no se trata de absorber a las otras
religiones, sino “transformar el pluralismo en pluralidad”.

El Papa Francisco, durante su pontificado, ha estado tam-
bién presente en este camino de apertura y diálogo con otras
religiones y denominaciones cristianas, se ve reflejado en sus
encuentros con evangélicos y con líderes de otras religiones.
Para Francisco la libertad religiosa es garantía de cualquier
otra libertad. Asimismo, el compromiso por el bien común,
servir desinteresadamente a la sociedad hace que ésta se de-
sarrolle aún más. El trabajar todos juntos por el bien común,
especialmente por los pobres, hace que se abra un espacio
para el diálogo interreligioso, con una mirada más amplia,
más integradora. El dialogo interreligioso “antes de ser una
discusión sobre los grandes temas de la fe, es una conversa-
ción sobre la vida humana” (Sarajevo 2015). En él se aprende
a conocerse y aceptarse de manera libre.

En los diversos viajes que Francisco ha realizado durante su
pontificado advierte de no caer en fundamentalismos, de no
alimentar al enemigo interior al tratar de librarse del enemi-
go exterior. Considera el diálogo ecuménico e interreligioso
como algo fundamental, que nuestro mundo herido necesita
cada día más. Resalta la importancia de la cooperación entre
líderes religiosos y sus comunidades en pos del bien común.
(Francisco, Encuentro Ecuménico e interreligioso, 2015)

Las religiones deben acompañar a los hombres en la búsqueda
de sentido de la vida, debe ayudar a encontrar el camino del
bien y a construir la cultura del encuentro y de la paz, la cual
se debe hacer con paciencia, humildad y comprensión. Esta es
la manera de servir a la sociedad y llama con fuerza a ¡Nunca
más violencia en nombre de Dios! (Francisco, Encuentro inte-
religioso con el jeque de los musulmanes del Caúcaso, 2016)

En la Encíclica Evangelii Gaudium señala la necesidad de
tener una actitud de apertura y amor en el diálogo con las
religiones no cristianas, a pesar de los diversos problemas y
fundamentalismos que se presentan en ambas partes. Debe ha-
ber una apertura a la forma de pensar, conversar sobre la vida,
sobre las penas y alegrías. Llama asimismo a no descuidar
la unión entre diálogo y anuncio, a no caer en un sincretis-
mo conciliador. Tema que vemos cada día más en el mundo
globalizado de hoy, en el que el ser humano, en su búsqueda
por el sentido de la vida y muchas veces, por no tener a que
aferrarse en momentos en que siente su fragilidad, echa mano

64 · Con-Sciencias Sociales, 14(27), julio-diciembre 2022

a diversos ritos que no tienen ningún punto de unión, así
vemos cómo se celebran ritos sin saber bien el fundamento de
cada uno.

Una verdadera apertura se mantiene firme en sus conviccio-
nes, pero se abre al otro sabiendo que el diálogo los puede
enriquecer a ambos. Tanto la evangelización como el diálogo
interreligioso se sostienen y alimentan mutuamente (Francis-
co, 2013). Destaca la importancia que hay en la relación con
las personas creyentes del Islam, en cuanto ellos confiesan
adherirse a la fe de Abraham, adoran a un único Dios, miseri-
cordioso, el cual juzgará a los hombres el día final.

En Francisco vemos como, a través de sus diversos viajes
apostólicos y su magisterio, ha ido profundizando y haciendo
vida lo que el Concilio Vaticano II planteó, como cambio de
paradigma, en la relación de la Iglesia con las religiones no
cristianas y con los no creyentes. Aún falta mucho por hacer
y obstáculos que librar, pero es un camino que poco a poco ha
ido ganando un terreno que antes del Concilio era impensa-
ble. Francisco, con su cercanía al magisterio latinoamericano
ha puesto su impronta y visión que sin duda lo ayuda a estar
más abierto a descubrir la “semina Verbi” que se encuentra
presente en aquellos que no comparten la fe católica, así como
las distintas culturas presentes en los pueblos.

3. CONSIDERACIONES FINALES

Queda de manifiesto que, para una sociedad profundamente
interconectada, establecer un diálogo entre los distintos credos
que puedan presentarse resulta esencial para lograr una verda-
dera convivencia. Una relación donde los sujetos se reconoz-
can como iguales dentro de su dignidad humana a pesar de las
diferencias.

Realizar un diálogo interreligioso no solo implica “dialogar”
con el otro, sino que debe existir cierta disposición a aceptar
que el otro sujeto puede haber verdad, comprender que en la
medida que el otro sujeto afirma su religiosidad no solo está
afirmando una idea, sino que afirma lo que para él es una rea-
lidad. Si bien la disposición al diálogo debiese ser un elemen-
to común en todas las religiones, es en el cristianismo donde
esta idea se hace particularmente manifiesta, como puede
verse en Nostra Aetate o Ecclesiam Suam.

Finalmente, es lícito señalar que a pesar de las diferencias
legítimas que puedan tener las religiones entre sí, no se debe
dejar de recordar que todas poseen un elemento común, el
amor a Dios, la inclinación natural de la voluntad hacia la
búsqueda de Dios.

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Fecha de recepción: 02/marzo/2022

Fecha de aprobación: 14/agosto/2022



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pp. 56 - 65 Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. Cochabamba