Violencia psicológica y estrategias de
afrontamiento: itinerarios de mujeres jóvenes

mexicanas.
Psychological violence and coping strategies:

itineraries of young Mexican women.
Natalia Tenorio Tovar (*)

Reseña biográfica
(*) Natalia Tenorio Tovar es de nacionalidad mexicana, Doctora en Sociología por la
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco, actualmente es profesora en la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, México D.F.­ México.
Orcid.org/0000­0002­3727­9848
C.E.: natalia.tenorio@politicas.unam.mx

Recibido: 4.04.2024 Revisado: 3.06.2024 Aceptado:17.06.2024

ISSN 2074­0700 / e­ISSN 2788­8452 43

Con­Sciencias Sociales, 16(30): 06 ­ 22, junio 2024
ISSN 2074­0700 / e­ISSN 2788­8452

https://doi.org/10.35319/consciencias.202430149

TENORIO TOVAR, Natalia (2024). “Violencia psicológica y estrategias de
afrontamiento: itinerarios de mujeres jóvenes mexicanas.” Con­sciencias Sociales, Año
16, N° 30, junio 2024, pp. 43­56. Universidad Católica Boliviana “San Pablo”, Sede
Cochabamba

Resumen
El objetivo de la investigación es comprender
las estrategias de afrontamiento y la manera
en la que se organizan en itinerarios de
solución del problema seguidos por seis
mujeres jóvenes mexicanas, que terminaron
una relación de pareja en la que se ejercía
violencia psicológica. Se hace énfasis en las
estrategias que involucraron los recursos con
los que contaban, destacando el entorno
familiar, la red de pares, el entorno laboral y
escolar. Se discute sobre las estrategias para
manejar el estrés, las estrategias de
rompimiento de la relación y las estrategias
de recuperación de la identidad durante y
posteriores a la ruptura. Asimismo, se resalta
la importancia de la no dependencia
económica y emocional para salir de una
relación en la que se ejerce violencia
psicológica.
Palabras clave: violencia psicológica,
estrategias de afrontamiento, itinerario,
pareja.

Abstract
The objective of the research is to understand
the coping strategies and the way in which
they are organized in itineraries followed by
six young Mexican women, who ended a
violent relationship. Emphasis is placed on
the strategies that involved the resources
available to them, highlighting the family
environment, the peer network, the work and
school environment. Strategies for managing
stress, relationship breakup strategies, and
strategies for recovering self­esteem during
and after the breakup are discussed. As well
as the importance of economic and emotional
non­dependence to end a violent relationship.
Keywods: Psychological violence coping
strategies; itineraries; couple

Sumário
O objetivo da investigação é compreender as
estratégias de enfrentamento e o modo como
se organizam em itinerários de resolução de
problemas seguidos por seis jovens
mexicanas, que terminaram uma relação de
casal em que foi exercida violência
psicológica. A ênfase é colocada nas
estratégias que envolveram os recursos de
que dispunham, destacando o ambiente
familiar, a rede de pares, o ambiente laboral
e escolar. São abordadas estratégias de gestão
do estresse, estratégias de rutura da relação e
estratégias de recuperação da autoestima
durante e após a rutura. Assim como a
importância da não dependência económica
e emocional para sair de uma relação em que
a violência psicológica é exercida.
Palavras­chave: violência psicológica,
estratégias de enfrentamento, itinerário, casal.

Introducción
Durante mucho tiempo la violencia hacia las
mujeres ejercida en el ámbito de lo privado
(la pareja, la familia) se consideró como un
problema individual, concerniente al ámbito
de lo familiar y consentido, aceptado o
justificado, ante la cual las organizaciones de
salud y las instituciones públicas no tenían
nada que hacer. Actualmente, la violencia
hacia las mujeres se considera un problema
social que debe tener prioridad en las agendas
públicas. Desde 1980 la ONU reconoció la
gravedad de la violencia contra la mujer y la
violencia en el entorno familiar como “el
crimen encubierto más frecuente en el
mundo” (ENDIREH, 2007, p. 18). Sin
embargo, no fue hasta 1993 que fue
considerada como una violación específica
de los derechos humanos, fecha a partir de la
cual se realizaron diferentes acciones para
contar con un instrumento internacional que

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definiera este tipo de violencia y obligara a
los estados a tener una legislación acorde.
La evolución de los estudios de la violencia
sigue los cambios que se han llevado a cabo
en las sociedades y en las estructuras
familiares. Hasta mediados de la década de
los setenta la literatura se interesó por las
mujeres maltratadas y la violencia conyugal;
en los noventa, el interés giró en torno a la
violencia doméstica y, más recientemente, el
lenguaje científico adoptó la expresión de
violencia en la pareja. Dichos cambios en la
forma de designar el fenómeno se
corresponden con los cambios en las
relaciones entre los sexos, en las que el
vínculo de la intimidad reemplaza el vínculo
conyugal, y también ante la creciente
conciencia de que la violencia puede
producirse entre parejas del mismo sexo
(Corradi, 2020, pp. 129­130).
Debido a que la violencia es un fenómeno
complejo que incluye elementos biológicos,
psicosociales, históricos y culturales, no
existe un consenso en cuanto a su definición,
ya que éste se fue transformando a lo largo
de la historia (Barbosa González, 2014).
En la presente investigación se utilizó la
definición que aparece en la Ley General de
Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia (LGAMVLV, 2021), es la que se
utiliza en México para su prevención, sanción
y erradicación. En ésta se define a la
violencia psicológica como:

Cualquier acto u omisión que dañe la
estabilidad psicológica, que puede
consistir en: negligencia, abandono,
descuido reiterado, celotipia, insultos,
humillaciones, devaluación,
marginación, indiferencia, infidelidad,
comparaciones destructivas, rechazo,
restricción a la autodeterminación y
amenazas, las cuales conllevan a la
víctima a la depresión, al aislamiento, a

la devaluación de su autoestima e
incluso al suicidio.

Durante 2021, 70.1% de las mujeres
mexicanas de 15 años en adelante dijeron
haber experimentado al menos un incidente
de violencia; el tipo de violencia que más
suelen sufrir es la violencia psicológica
(51.6%). Según la misma encuesta, el 39.9%
de mujeres dijeron haber sufrido violencia en
su última o actual relación de pareja. Las
mujeres jóvenes fueron las que reportaron
mayor prevalencia de violencia con un 58.3%
(ENDIREH, 2021).
Las mujeres que se encuentran más expuestas
a la violencia de pareja son las mujeres entre
los 20 y 44 años de edad. De estas cifras
llama la atención el grupo de 20 a 24 años ya
que 85% de mujeres de esas edades han
enfrentado al menos un episodio de violencia
(INEGI, 2017). Por ello para el presente
estudio se consideró ese rango de edad.
La violencia psicológica es relevante porque
se considera la puerta de entrada hacia otros
tipos de violencia, como la física. Además, es
pocas veces denunciada, sea por la dificultad
para identificarla y pensarla como un delito
debido a que las mujeres no conocen sus
derechos, por la escasez de recursos para la
supervivencia, por el miedo a afrontar la
crianza y educación de los hijos en solitario,
o por la dependencia económica y emocional
(Perela, 2010, p. 357).
A partir de la necesidad de comprender el
fenómeno de la violencia, Perrone y Nannini
la describen como la manifestación de un
fenómeno interaccional y no como un
fenómeno individual, que sólo puede
explicarse en relación con un contexto de
relaciones (1997, p. 28). La violencia hacia
la mujer se corresponde con la violencia
castigo de tipo complementaria definida
como aquella que se inscribe en el marco de

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una relación desigual en la que una de las
partes reivindica una posición superior y
causa sufrimiento a la otra, a la que no
reconoce como un igual, por lo que la
violencia es unidireccional (Perrone y
Nannini, 1997).

Material y métodos
La investigación se desarrolló bajo el marco
de la visión sistémica2, adoptando un enfoque
cualitativo con el objetivo de comprender la
complejidad que opera en la selección de
estrategias de afrontamiento, según los
recursos sociales con los que cuentan las
mujeres que fueron víctimas de violencia
psicológica. Además se ubica como un
estudio descriptivo, ya que devela las
tendencias claves y situaciones que formaron
parte del itinerario de resolución del
problema de las entrevistadas.
Se vio la pertinencia de considerar la
entrevista por su capacidad para dar cuenta
de la subjetividad, los motivos y las
orientaciones que inciden en el
comportamiento de las entrevistadas (Vela,
2015, p. 65) y por ser una herramienta para
la reconstrucción de los eventos que permiten
tanto la comprensión de la dinámica
individual en su interacción con el entorno,
como las acciones de las entrevistadas al
evaluar su relación de pareja. De la misma
manera, la entrevista permitió el registro de
los procesos implícitos en dicha toma de
decisiones explorando conexiones no
evidentes a primera vista.
Concretamente, se utilizó la entrevista
semiestructurada centrada en el problema
(Flick, 2002) como técnica de recopilación

de la información, que a través de una “guía
de entrevista que incorpora preguntas y
estímulos narrativos, [busca] recoger datos
biográficos respecto a cierto problema”
(Flick, 2002, pp. 100 ­101).

Participantes
Se entrevistaron seis mujeres mexicanas
entre los 20 y 44 años de edad (Tabla 1), que
estuvieron en una relación de pareja en la que
se ejerció violencia psicológica y terminó en
un plazo no mayor a un año al momento de
la entrevista.

Tabla 1.
Mujeres entrevistadas.

Instrumento
Se diseñó una guía de entrevista de 14
preguntas organizadas en cuatro ejes: sobre
la relación de pareja, sobre la violencia
experimentada en la relación de pareja, sobre
la ruptura de la relación de pareja y sobre las
estrategias de afrontamiento empleadas para
la ruptura y superación de la relación de
pareja.

Análisis de la información
A partir de las transcripciones de las
grabaciones, se realizó el análisis de
contenido (Vicuña y Pérez, 2018) para ubicar
la información en tres categorías: 1°Las
estrategias para manejar el estrés causado por
la violencia psicológica, 2° Las estrategias de
rompimiento y 3° Las estrategias de
superación de la ruptura.

2 Los modelos sistémicos ponen el énfasis en las secuencias
interpersonales de los actos que, aunado a los aportes de los
modelos narrativos, ofrecen un nuevo lenguaje: “la violencia
interpersonal emerge de esfuerzos para confirmar o
desconfirmar elementos constitutivos del discurso
privilegiado, incluyendo la discusión retórica entre
autonomía y armonía, entre decisión propia y
responsabilidad social” (Perrone y Nannini, 1997, p. 16).

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Seudónimo Edad Trabajo Escolaridad
Azucena 27 años Empleada Licenciatura

incompleta
Azalea 41 años Maestra Licenciatura y

posgrado
Dalia 27 años Empleada Licenciatura

incompleta
Hortensia 20 años Estudiante Licenciatura en

proceso
Rosa 22 años Hogar Licenciatura

A estas categorías se sumaron las
subcategorías, que fueron codificadas.
Después, se realizó la interpretación a partir
de la teoría revisada, de los énfasis hechos
por las entrevistadas y en función de la línea
temporal en la que las experiencias fueron
descritas. Finalmente, se compararon las
respuestas de las entrevistadas para, después
de un proceso de reducción de datos, elaborar
los resultados y verificar las conclusiones.

Resultados

1. Estrategias para manejar el estrés.
Las primeras estrategias de afrontamiento
utilizadas por las entrevistadas fueron
aquellas que sirven para manejar el estrés:
tomar un distanciamiento emocional con
respecto a la pareja, negar la magnitud de la
violencia, el control de las propias reacciones
frente a la violencia percibida, la búsqueda
de apoyo de amigas y familiares, la evitación
de las situaciones en las que estallaba la
violencia y el ajuste de las propias conductas
para evitar la violencia.

1.1. Rupturas no definitivas
Las entrevistadas narraron haber intentado o
terminado la relación antes de la ruptura
definitiva:

“Traté de terminar la relación dos veces
en ese tiempo, pero no lo hice porque
hubo siempre un chantaje, me decía que
lo disculpara, que ya no iba a volver a
pasar, que ya le íbamos a echar ganas los
dos. La segunda vez fue un poco antes
de enterarme que estaba embarazada, ya
estaba decidida a dejarlo, pero se
presentó mi embarazo y me sentí más
vulnerable y por eso dejé continuar con
la relación”. (Violeta)
“Hubo muchos intentos antes. Era casi el
mismo proceso, yo le contaba algo y
empezábamos otra vez a pelear. Y

entonces yo le proponía “vamos a
cortar”, yo se lo proponía, no se lo decía
como una decisión, se agarraba de que
no lo decía con seguridad para decirme
que era una etapa, que si podemos, llegar
a una reconciliación, al otro día me
trataba súper bien, toda la semana me
decía “eres la mejor” hasta que pasaba
otra inconformidad”. (Hortensia)
“Nos separamos y según yo iba a ser el
final pero no. Nos separamos un mes y
después me volvió a buscar, empezamos
a salir otra vez y nos perdonamos (…)
mi papá me dijo que no funcionaba y
tenía que irme de ahí pero yo no podía,
era más mi apego y que él se la pasaba
diciéndome que nos íbamos a casar, eran
muchos planes que él me metía en la
cabeza para que me fuera más difícil
pensar una vida sin él”. (Rosa)

2. Estrategias de rompimiento

Las entrevistadas narraron una escena
específica que les permitió darse cuenta que
era necesario terminar la relación:

“Para mí el foco rojo que dije tengo que
irme de aquí fue que un día vi a mi hija
salir de la cocina con dos platitos y le
dijo a su hermano: “ya te preparé tu
merienda”. Mi hija es tres años menor
que su hermano y le está preparando la
merienda y se la está llevando a la mesa.
No puedo permitir esto, no voy a dejar
que mi hija crezca con esta idea de que
tiene que servir a alguien y esa es su
responsabilidad. Ver que mi hija podría
convertirse en otra “yo” y sufrir, en
silencio. Y no iba a permitir que mi hijo
siguiera siendo un patancito”. (Azalea)
“Fue en una pelea. Estábamos en un
proceso bonito en el que nos estábamos
llevando bien, pero noté que ya no nos
estábamos viendo tan seguido y le pedí
un cambio. Empezó una pelea y fue
cuando me di cuenta que yo no podía
estar en esa relación porque no se

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satisfacían mis necesidades, que no
teníamos un rumbo para la relación”.
(Hortensia).
“Al otro día me perdonó y yo acepté. Me
seguía reclamando, se puso más celoso
de mis amigos. Ese mismo día, algo que
fue decisivo, fue pensar en mis sobrinas
y en que si yo no dejaría que ellas
sufrieran lo que yo estaba sufriendo, por
qué estaba yo dejando que eso me
pasara. Como que algo se me prendió y
traté de enfocarme. En ese momento le
dije que se acabó y lo bloqueé” (Rosa)

Otra estrategia observada, sobre todo en
aquellos casos en los que la mujer había
hecho esfuerzos repetitivos por mejorar la
relación de pareja, y después por terminarla,
fue el de involucrar a una tercera persona que
introdujera conflicto para que fuera el
hombre quien, por celos, terminara la
relación:
“Fue una acumulación de cosas (…) terminé

teniendo un romance y se lo dije en algún
momento a él: “con la pena te voy a usar
para el divorcio y separación, porque no
encuentro yo otra manera para que él me
deje, me suelte”. Entonces fue a través de
eso, que él me cachó que andaba con el
otro, y fue cuando él decide hablar conmigo
en la noche y me dice “saber qué, ya
estuvo: “vete de la casa, ya no puedes vivir
aquí porque me fuiste infiel” (Azalea).

“Como yo no hallaba la forma de terminar
con él lo que se ocurrió fue hacer que él no
quisiera estar conmigo. Le dije que durante
el mes que estuvimos separados me había
besado con su amigo. Se enojó y yo
terminé teniendo un ataque de pánico muy
feo y tuve que tomarme unas pastillas para
adormecerme” (Rosa).

También se observó que las entrevistadas
utilizaban un conflicto pre existente o una
situación que habitualmente desencadenaba

la violencia para que ésta estallara y
precipitara una pelea, y con ello, el final de
la relación:

“Una mañana revisé un correo y vi que
había comprado una lavadora y una
pantalla, y pensé “pues no han llegado a
mi casa”. Esa mañana fui a buscar la
dirección, con cuatro meses de
embarazo, y encontré el carro de él y lo
empecé a patear. Salió y da la casualidad
de que estaba con otra vieja, después de
eso me dejó y ya no volví a tener
contacto físico con él”. (Dalia)

El acopio de recursos económicos, sobre todo
en los casos en los que las mujeres eran
madres, además de la búsqueda de recursos
sociales, estuvo acompañado de diferentes
estrategias como la reconstrucción de las
relaciones de amistad o familiares que se
habían roto o distanciado como un efecto de
la relación violenta en la que estaban:

“Afortunadamente y aunque a él no le
pareciera poco a poco me fui haciendo
de redes de apoyo porque sabía que en
algún momento yo ya no iba a aguantar
más y de una u otra manera me iba a
tener que salir de ahí (…) muchas cosas
económicas que ver, bien que mal yo
siempre mantuve el contacto con mi
mamá, por debajito del agua. Entonces
yo le decía “no, si mi mamá ahí está bien
la señora esa”, pero por debajo del agua
yo si le marcaba a mi mamá”. Azalea
“Tuve que tomarme un año de la
universidad por la complicación de tener
el bebé. Luego regreso a la universidad,
hago nuevas amigas y comienzo a ver
una vida totalmente diferente a la que
llevaba, eso me ayudó mucho a decirme
a que con esa persona ya no quería estar.
Al ratito me va a decir que deje mi
carrera y me quede en la casa”. (Violeta)
También se observaron estrategias para
tratar de romper la dependencia
emocional:

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“Varias situaciones que me hicieron que
tomara valor para no estar con él, el
darme cuenta de que había un mundo
más allá de él, porque lo que le hizo fue
encapsularme, alejarme de mi familia, de
mis amigos, encerrarme. Entonces el
volver a salir al mundo fue lo que me
hizo darme cuenta que no era lo que yo
quería para mi vida ni para mi hijo
obviamente”. (Violeta)
“Se me complicó mucho el parto, pero
ya que me había recuperado, veo a mi
hijo y pienso en ese momento que no
merece lo que yo pasé, me dio mucho
amor. Desde ahí empecé a tener la
inquietud de ya no querer estar con él.
Poco a poco empecé a perder ese miedo
de dejarlo, tenía una dependencia de él”.
(Violeta)

3. Estrategias de superación de la ruptura
En todos los casos, se observó un periodo de
tiempo en el que las mujeres reflexionaron
sobre las posibilidades que tenían para
terminar sus relaciones, evaluando sus
recursos personales y sociales, e
implementando estrategias encaminadas a
acrecentar la posibilidad de abandonar la
relación. En los casos observados se
encontraron: consumo recetado de
medicamentos, como ansiolíticos y
antidepresivos; hablar con la madre de la
pareja para que intercediera a su favor en la
resolución de conflictos, como el atender a
los hijes o aportar más dinero; buscar
acompañamiento legal para tratar de asegurar
la manutención de los hijes; acudir a
especialistas como médicos generales y
nutriólogas.
En las entrevistas también se identificaron
otras estrategias encaminadas a la regulación
emocional, como por ejemplo: tomar clases
de arte, danza, guitarra para mantenerse
ocupadas y desarrollar una sensación de
bienestar; pasear en plazas comerciales o salir

a caminar al parque; pasar tiempo en la casa
de la familia de origen inventando para ello
tareas que resolver ahí; inscribirse en el
gimnasio; participar o leer las participaciones
de grupos en Facebook dedicados a la
violencia de género; hacer algún tipo de
denuncia de lo sucedido, con las amigas y
redes de conocidos; consultar con
especialistas del tarot; consumo de alcohol.
A la par del malestar emocional
experimentado, las entrevistadas empezaron
un proceso de reestructuración de la identidad
e implementación de recursos y estrategias
personales, pero sobre todo del contexto
cercano. Durante esta etapa se observó en la
narrativa de las entrevistadas un proceso que
las distanciaba de las interacciones mediadas
de la violencia y las acercaba a una visión
positiva de ellas mismas, al agenciamiento y
recuperación de la confianza:

“En un principio cuando me corrió me
dolió mucho. No por el hecho de
extrañarlo, sino por el
malagradecimiento de todo lo que había
yo aguantado (…) Fue mucho enojo,
frustración. Pero una vez saliendo, ya
que llegué a casa de mi mamá, ya que
lloré con ella y ella me abrazó. Fue una
liberación total, completa, dije “al fin
pude salir de ahí, al fin puedo hacer lo
que necesito hacer, puedo estar
tranquila”. Fue una liberación. Fue una
sensación de liberación enorme”.
(Azalea)
“De por sí estaba en casa de mi mamá,
siempre estuve muy cobijada por mi
familia. Pero el hecho de que me dejara,
en el embarazo sobre todo, si me dolió
pero no por él, sino por el hecho de que
pude haberle ofrecido a mis hijos un
padre mejor. Cuestiones de culpabilidad
pero hacia mí, no tanto por él. Y ahorita
que lo veo a la distancia digo “¿Por qué
no lo dejé antes?”. Cuando terminó la
relación sonará increíble pero solo lloré

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un día, lo lloré tanto. Y al otro día fue de
ya me cansé, ya no quiero más, ya no
podía llorar más, porque ya era
acordarme de las cosas que me enojaban,
más que dolor era enojo”. (Dalia)
“Primero sentí mucho miedo. Miedo por
los escenarios que yo me estaba
haciendo, que ya me sabia. Después ya
me tranquilicé y sentí mucho alivio
porque estaba haciendo algo por mí y me
sentí casi casi ganadora porque sentí que
estaba haciendo algo por mí, que estaba
logrando algo que no había querido
hacer desde hace muchos meses”.
(Hortensia)
“Liberada, con una carga menos pero
también muy triste porque él me
manipuló para que yo creyera que sin él
no quería vivir o no iba a tener un gran
futuro. Si hubo incertidumbre porque no
sabía qué iba a hacer, y luego yo solita
me decía “¿Cómo que qué vas a hacer?
Pues vas a seguir, vas a terminar tu
carrera, a trabajar y a seguir”. (Rosa)
“Me sentí aliviada de finalmente haber
tenido la fuerza de tomar la decisión
porque si yo no la hubiera tomado, siento
que hubiera sido muy difícil. Si durante
todo un año me la había pasado
haciéndome a la idea de que con él no
era, y entonces esto era lo que más
temía, y no quería que pasara pero ya
pasó y al final me siento bien, aliviada”.
(Rosa)

Discusión y conclusiones
Las relaciones de pareja observadas durante
la presente investigación presentaron lo que
Perrone y Nannini (1997) llamaron violencia
en relaciones complementarias. Al haber
entrevistado solamente parejas
heterosexuales, la posición de dominación
fue ejercida en todos los casos por los
varones. Cabe destacar que las entrevistadas
se encontraban en una posición de desventaja
con respecto a su pareja al inicio de la

relación y esta brecha aumentó durante la
relación, en gran medida, por las estrategias
de violencia implementadas, configurando
relaciones inequitativas en ya que tenían
recursos económicos limitados, así como un
control sobre sus recursos sociales
(amistades, familia, espacios para intereses
personales, relaciones laborales, etc.), como
emocionales (tranquilidad, libertad de
pensamiento y movimiento, vida sin
amenazas).
En las entrevistas se pudo constatar que la
violencia física es más fácilmente
identificable que otros tipos de violencia,
entre ellos la violencia psicológica. Esto no
sólo se debe a factores individuales (la
disposición de las mujeres para estar en
pareja, la necesidad de compañía, o la
atracción por una persona), se debe en gran
parte a ideas y normas culturales
ampliamente difundidas, como la idea del
amor romántico que favorece relaciones
inequitativas (Ferrer y Bosch, 2013;
Marroquí y Cervera, 2014; Pascual, 2016;
Ruiz, 2016; Resurrección y Córdoba, 2020);
la naturalización de estereotipos de género
rígidos (Flood y Please 2009; Hunnicutt
2009; Ahmad et al. 2004; Damonti y Amigot,
2020), que impulsan una idea de la feminidad
que implica sumisión, sacrificio y servicio
como parte del amor y el cuidado de una
familia (Esteban y Távora, 2008; Yela, 2003);
la experiencia de la violencia en la familia de
origen o en otros medios sociales en los que
participan, entre otros.
Una vez identificada la violencia, se observó
un proceso de reflexión en el que las
entrevistadas identificaron la violencia como
algo negativo que no querían en sus vidas.
Sin dicha identificación de la violencia y sin
el proceso mediante el cual constataron que
no era algo que “merecían”, no se generan
estrategias para dejar la relación. Aunque

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Año 16, nº 30, junio 2024CON ciencias Sociales

pudiera parecer un hecho obvio, en las
narraciones se observó que no es así, sino que
es un proceso que requiere de un gran acopio
de recursos que comienzan en lo emocional
y se anclan como necesidades sociales; así
como del análisis y reflexión sobre la
experiencia vivida.
A partir de la incomodidad surgida a partir de
la identificación de la violencia, se
desplegaron una serie de estrategias para
manejar el estrés, que además de cumplir su
objetivo, sirvieron para generar un espacio de
prueba y error, y de recopilación de las
herramientas, mecanismos y recursos para
abandonar la relación. Por lo tanto, podemos
decir que el afrontar el estrés resultante de la
violencia psicológica comienza con la
valoración de la situación, y no con el uso de
estrategias específicas para terminar la
relación.

Estrategias de afrontamiento
Las estrategias de afrontamiento se
observaron como procesos concretos que se
ponen en marcha con el objetivo de
eventualmente superar los eventos
traumáticos. Esta gestión puede observarse
como un intento de reducir, minimizar,
tolerar, rechazar, esquivar o eliminar la
violencia psicológica de las interacciones que
son evaluadas como graves o que exceden los
recursos de la persona para lidiar con
situaciones de estrés. Éstas tienen dos
funciones principales: hacer frente al
problema que causa malestar (afrontamiento
centrado en el problema) y regular las
emociones (Lazarus & Folkman, 1986).
A partir de las respuestas de las entrevistadas,
se evidenció que transitaron por diferentes
itinerarios desde que fueron conscientes de la
violencia ejercida por su pareja hasta lograr
romper esa relación. Del itinerario depende

en gran medida el éxito de la ruptura
definitiva con dicha violencia y la superación
del trauma ocasionado en su vida (Aretio,
2021, p. 156). En cada relación de pareja en
la que existe violencia intervienen cada uno
de los factores que constituyen la identidad
de la mujer (tanto personales como del
contexto cercano), los estructurales, así como
los factores de la pareja.
Las estrategias de afrontamiento se articulan
y organizan en lo que hemos llamado
itinerario de solución del problema3, agrupan
todos los elementos que forman parte del
proceso de búsqueda de apoyo y de empleo
de estrategias para terminar y superar una
relación violenta. Se concluye que éste
llevará a un resultado exitoso si logra que se
restauren dos tipos de independencia sin los
cuales no puede ser superada la relación en
la que se ejerce violencia: la económica y la
emocional.
En los casos analizados, el itinerario trazado
para salir de la relación y superar las secuelas
de la violencia se articuló en torno a factores
sociales y familiares. Ante una baja de
recursos propios y con una autoestima y una
identidad deteriorada, las entrevistadas
recurrieron al apoyo de su red cercana que
resultó fundamental.
Evidentemente, los recursos económicos son
primordiales ya que inciden en todos los
factores implicados en el mantenimiento de
relaciones en las que se ejerce violencia
psicológica. La dependencia económica
contribuyó a que las entrevistadas soportaran
actitudes y acciones violentas; además les
impidió la libre toma de decisiones, las aisló
en el domicilio conyugal y el espacio
doméstico e hizo más difícil el contemplar la

3 El término es reconocido en el ámbito médico y psicológico
para explicar las trayectorias que siguen las personas en la
búsqueda de solución de un problema (Bosch et.al., 2005;
Yepes­Delgado et.al., 2018; Ríos­Camargo y Urrego­
Mendoza, 2021).

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terminación de la relación abusiva como una
forma de solución ante la violencia
psicológica. Otras investigaciones han
confirmado la relación entre estos factores
(Moriana, 2015; Echeburúa et.al. 2002;
Bravo, 2022).
Por su parte, tratar de romper la dependencia
emocional puede ser un proceso largo,
complejo y ambivalente ya que se
encontraban todavía expuestas a la
manipulación y el chantaje propios de la
violencia psicológica. Además, la violencia
psicológica ataca tres aspectos básicos de la
vida de las entrevistadas: el nivel social, al
aislarlas de amistades, familia y redes
sociales; el nivel de la identidad, al tratar de
aislarlas de todas las relaciones de identidad
que mantiene con su pasado y también la
identidad actual, al atacar las aficiones,
gustos o actividades que realiza (Perela,
2010).
El itinerario de solución del problema incluye
también los intentos de ruptura así como el
proceso de ruptura final, que en los casos
analizados implicó negociaciones con el
agresor, rememoración de la relación,
búsqueda de apoyo social y en ocasiones
profesional, que las ayudara a mantenerse
firmes en la decisión tomada.
Las rupturas no definitivas son parte del
proceso de salida de la relación violenta
(Ortiz et. al., 2020) y para las entrevistadas
sirvieron para, por un lado, valorar y ejercer
las diferentes estrategias de afrontamiento y
los recursos con los que se cuentan; pero
también y muy importante, la de constatar
que la ruptura es la única posibilidad que
tienen para librarse de la violencia
psicológica que se ejerce sobre ellas. Los
casos analizados muestran que pasaron entre
1 y 4 años en terminar la relación desde que
las entrevistadas se propusieron hacerlo.

Según bibliografía consultada (Aretio, 2021)
y como lo narraron 5 de las mujeres
entrevistadas, vivieron un momento que
consideraron fundamental para tomar la
decisión de salir de la relación
definitivamente: constatar la repetición de
roles de género estrictos en sus hijes, pensar
en familiares amadas como sobrinas o
primas, la certeza de que las propias
necesidades no serán satisfechas. A partir de
entonces organizaron todas sus estrategias y
esfuerzos para la separación.
Resalta en los casos observados que estas
estrategias son ampliamente meditadas como
un recurso para salir de la relación y resolver
el problema. Según Carver (1997) se trata de
estrategias de afrontamiento activo,
caracterizadas por procesos de planificación
y aceptación. Por su parte, Folkman y
Lazarus (1986) las señalan como parte de
“los esfuerzos interpersonales agresivos para
alterar la situación”, estrategias calculadas o
deliberadas para lograr un resultado positivo.
Una vez fuera de la relación, las entrevistadas
emprendieron un proceso de comprensión de
la violencia y de la superación de los
problemas originados en ésta. Las emociones
presentadas fueron el dolor, vergüenza,
enojo, frustración, incredulidad por lo vivido,
culpa y miedo. Además, enfrentaron fuertes
sentimientos de inseguridad y fracaso, así
como el aislamiento de su círculo de
amistades cercano y de sus familiares. Tres
entrevistadas tuvieron también que
reincorporarse en el medio laboral y dos
reincorporase al medio escolar.
Se constató que la experimentación continua
de violencia psicológica lleva a una sensación
de malestar constante, así como
desorientación, despersonalización y
disminución de la autoestima. La destrucción
de la autoestima es uno de los principales

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peligros de este tipo de relaciones
(LGAMVLV, 2021; Vázquez et. al, 2020;
Corral, 2009; Lara­Caba, 2020). El daño a la
identidad personal es también una
consecuencia de las relaciones de pareja
desiguales que implica que una persona
ejerce poder hasta modelar a su pareja según
su propia imagen del mundo. Por lo que una
parte medular del itinerario comprende el que
asuman su propia individualidad.
El entorno familiar y social resultó
fundamental para la restauración de la
autoestima y la identidad, ya que sirvieron
como lugares seguros en los que la mujer
pudo recuperarse, y como espacios que les
recordaba y reflejaba cómo eran y qué hacían
antes de empezar la relación abusiva.
Asimismo, les aportó recursos para volver a
sus actividades cotidianas, a actividades de
esparcimiento y disfrute y a la
experimentación de relaciones no
conflictivas que proveían seguridad y
bienestar. Los procesos de restauración de la
autoestima y la identidad son también
procesos sociales que las entrevistadas no
pueden llevar a cabo por sí mismas.
Los factores estructurales, como los
educativos, económicos, y laborales, juegan
un papel determinante. La situación
educativa se considera un factor importante
(Safranoff, 2017) porque supone la
adquisición de herramientas de análisis y
cognitivas para buscar y usar la información
y los recursos disponibles en su entorno
inmediato. También se ha ubicado que las
mujeres que tienen mayor nivel educativo
que sus parejas son más vulnerables al
maltrato psicológico, no así al físico (Yount
y Carrera, 2006). Se ha encontrado una
relación entre la violencia entre la pareja y el
desequilibrio de recursos en la pareja; los
factores que se encuentran vinculados a la
violencia en situaciones de recursos relativos

en las parejas son la educación, el prestigio
ocupacional y los ingresos (Martínez, 2012;
Safranoff, 2017; Zepeda y Santillán, 2024).
En las entrevistas realizadas, el ámbito
educativo proveyó a las mujeres de redes
sociales y de relaciones interpersonales que
funcionaron como un medio de contraste
entre relaciones funcionales y la relación de
pareja en la que se encontraba, siendo esta
comparación una cuestión que influyó en el
reconocimiento y apreciación de la violencia.
Tres de las mujeres entrevistadas cursaban la
universidad cuando empezó la relación de
pareja abusiva, y destacaron que este espacio
les fue de gran utilidad para darse cuenta de
que existía violencia psicológica y les brindó
herramientas puntuales para poder superarla.
Coincide con lo encontrado en otras
investigaciones (González y Fernández,
2010).
De la misma manera, el entorno escolar y el
laboral en todos los casos estudiados fue
fundamental para que las entrevistadas
pudieran criticar el ejercicio de la violencia
emocional como elemento fundamental de la
masculinidad (Lagarde, 2008), llevándolas a
rechazarla y combatirla.
El tiempo que pasó desde que las
entrevistadas decidieron terminar la relación
hasta que se produjo la ruptura fue variable y
dependió de las circunstancias en las que se
encontraban, los recursos disponibles y el
estado emocional en el que se encontraba en
ese momento. No les fue posible terminar la
relación mientras aún tuvieran una
dependencia emocional frente a la pareja.
Romper la dependencia emocional es tanto
un proceso interno como un viaje en la
reestructuración de lazos significativos con
el entorno próximo. Las redes de apoyo
fueron fundamentales según lo expresado,
destacaron las narraciones sobre la

ISSN 2074­0700 / e­ISSN 2788­8452 53

centralidad de la presencia de las amigas,
también los amigos, hermanas, padres y
madres y familiares cercanos.
Una vez terminada la relación las
entrevistadas mencionaron haber
experimentado estados emocionales
complejos en los que, si bien existía miedo e
incertidumbre, también sintieron alivio,
libertad, alegría por comenzar cosas nuevas
y esperanza frente al futuro. Las estrategias
de afrontamiento desplegadas después de la
ruptura de la relación se concentraron en la
restitución de la autoestima y el ejercicio de
la identidad, lo que les permitió recuperar el
sentido de agencia y de control sobre su vida
(Roca­Cortés et. al., 2005).
Además, los recursos personales se
observaron para lograr la regulación
emocional necesaria tanto para salir de la
relación como para no volver después de
pasado un tiempo del rompimiento, cuando
el enojo y la frustración inicial se habían
disipado y la entrevistada comenzaba a
recuperar los recuerdos agradables de lo
vivido en la relación de pareja.
Los recursos personales que fueron
significativos según las entrevistas realizadas
fueron las habilidades sociales, como por
ejemplo, poder entablar relaciones profundas
con otras mujeres; la capacidad de
reflexividad y de análisis, la resiliencia, la
motivación y el trazo de metas y objetivos,
así como la capacidad de reconocer las
propias emociones. Cuando la entrevistada
no podía implementar estrategias de
afrontamiento de índole individual, éstas
fueron suplidas por recursos sociales
provenientes de familiares y amistades
cercanas. Otras investigaciones han
destacado las mismas conclusiones en torno
al apoyo social (Buesa y Calvete, 2013;
Rodrigues y Cantera, 2017; Reina­Barreto y
Espinoza, 2023).

Es fundamental comprender la violencia
hacia la mujer en todos sus niveles para
construir y proponer formas de
acompañamiento, que contemplen a las
familias y las comunidades de las víctimas,
que sean eficaces y no revictimizantes. La
presente investigación ahonda en un tema
primordial, la importancia de los recursos
sociales con los que cuenta la mujer al
momento de querer abandonar una relación
en la que se ejerce violencia psicológica. El
itinerario de solución del problema en los
casos relatados no depende únicamente de la
voluntad ni es un ejercicio individual. Éste es
el resultado de un proceso en el que
intervienen factores sociales y culturales, de
género.
Aunque la violencia es un tema recurrente en
los ámbitos académicos, esta investigación
presenta al itinerario de solución del
problema desde un enfoque de lo social, que
descentra a la persona como el lugar del
problema, y la enfoca en el ámbito de la
comunidad. Provee una visión de proceso
que, además del resultado, observa
experiencias concretas en las que resalta que
los factores que pueden hacer más exitoso el
proceso de salir de una relación violenta son
el logro de la independencia emocional, y no
sólo la económica, así como el tránsito por
una serie de mecanismos que tienen como
finalidad el acopio de herramientas sociales
y de reestructuración de la identidad.
La desnaturalización de la violencia es un
proceso amplio y complejo, que no incluye
solo su reconocimiento, sino también la
explicación de los mecanismos colectivos
que permiten su ejercicio y que naturaliza el
señalamiento de las víctimas, quienes tienden
a sentirse culpables del maltrato, en contextos
en los que al mismo tiempo no se señalan los
comportamientos de los que ejercen la
violencia. El resultado de este engranaje es

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Año 16, nº 30, junio 2024CON ciencias Sociales

una construcción social en la que la violencia
psicológica es muchas veces tolerada en lo
colectivo y sufrida en lo individual.
Continuar en la reflexión sobre el fenómeno
de la violencia en todas sus dimensiones nos
permitirá abrir caminos para su comprensión
y tratamiento.

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